El régimen chino de Xi Jinping consolidó este viernes su poder después de que la Asamblea Nacional Popular (ANP) lo designase para un tercer mandato de cinco años (2023-2028) inédito entre sus predecesores.
El pleno de la ANP ratificó la permanencia de Xi, también secretario general del gobernante Partido Comunista (PCCh), después de que el órgano aprobara en 2018 una enmienda constitucional que eliminaba el límite de dos mandatos consecutivos de cinco años para los presidentes chinos.
El resultado de la votación de los diputados, anunciado poco antes de las 11:00 hora local, fue inapelable: 2.952 votos a favor, cero en contra y ninguna abstención.
No era un resultado inesperado dado que el parlamento está en la práctica sometido por el Partido Comunista (PCCh), que en octubre ya lo reeligió por otros cinco años como secretario general y jefe del Ejército, los dos cargos de más poder en el país.
Los últimos meses fueron complicados para el régimen de China, tras las grandes manifestaciones a finales de noviembre contra su política de “COVID cero” y una ola de muertes tras el abandono de esta estrategia en diciembre.
Estos temas, como era de esperarse, se evitaron durante la sesión anual del Parlamento, un evento cuidadosamente coreografiado en el que Li Qiang, aliado de Xi, deberá reemplazar como primer ministro a Li Keqiang.
La Asamblea Popular Nacional (APN) reunida en Beijing también debe elegir formalmente un nuevo vicepresidente que sustituya a Wang Qishan.
La sesión anual de la APN fue también fue propicia para anunciar un objetivo de crecimiento modesto de “alrededor del 5%” en 2023 y un aumento del presupuesto militar.
La reelección formal de Xi Jinping como jefe de Estado encumbra el ascenso de un responsable político de antaño poco conocido para el público, y que se ha convertido en el dirigente chino más poderoso en décadas.
Durante décadas, la República Popular de China, escaldada por el caos político y el culto a la personalidad durante el reinado de su dirigente y fundador Mao Zedong (1949-1976), promovió un sistema de gobierno más colegial en las altas esferas del poder.
En virtud de este modelo, los predecesores de Xi (Jiang Zemin y Hu Jintao) dejaron la presidencia tras diez años en el cargo.
Pero Xi puso fin a esta regla al abolir en 2018 el límite constitucional de dos mandatos presidenciales, mientras alimentaba un incipiente culto a su personalidad.
Xi Jinping se convertirá así en el dirigente con más años en el poder en la historia reciente del gigante asiático.
Podría incluso aspirar a otro lustro como presidente si ningún sucesor creíble emerge en este tiempo.
Pero la segunda economía mundial se encuentra con numerosos desafíos por delante: ralentización del crecimiento, caída de la natalidad, dificultades en el sector inmobiliario o una imagen internacional lastrada.
Las relaciones con Estados Unidos se encuentran en su momento más bajo en décadas, con múltiples contenciosos que van desde el estatus de Taiwán al trato de la minoría musulmana uigur o la rivalidad tecnológica.
Xi denunció esta semana la “política de contención, cerco y represión contra China” aplicada por los “países occidentales encabezados por Estados Unidos” que “ha traído severos desafíos sin precedentes para el desarrollo” del país.