Qué hará el Ministerio de Mujeres para compensar el trabajo en casa
Será a través de un “Equipo de cuidados” enfocado en que ese trabajo no pago afecte menos a las mujeres.
Si la jornada laboral de una “ama de casa” tuviera un listado de tareas pendientes ese checklist sería así:
- Limpiar la casa.
- Lavar y arreglar la ropa.
- Preparar todas las comidas diarias.
- Hacer las compras.
- Reparar y mantener los bienes de uso doméstico.
- Cuidar a los niños, más cuando están enfermos.
- Cuidar a los adultos mayores.
- Ayudar a los chicos a hacer la tarea.
- Llevarlos y retirarlos del jardín o la escuela.
- Procurar alimento para las mascotas.
- Etcéteras.
Con solo leer la enumeración de tareas que implica el trabajo de las llamadas “amas de casa” queda claro que se trata de una ocupación demandante. A diferencia del resto de los trabajadores, las mujeres que se dedican al mantenimiento de sus hogares, carecen de francos, de salario y no tienen horario de ingreso ni de salida. Sin embargo, el nombre “ama de casa” da por sentado que estas tareas se realizan por puro amor. Lo cual puede ser cierto, tanto como el hecho de que es un trabajo que ocupa gran parte del día e implica obligaciones y responsabilidades. Esto vale también para las mujeres que, además de las tareas domésticas, tienen un trabajo remunerado fuera de sus hogares.
Para visibilizar estas tareas es que el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad creó un “Equipo de cuidados” que realizará “un mapeo nacional sobre todos los servicios de cuidado que existen: comunitarios, estatales, privados, por fuera de las redes familiares”, explicó a Infobae la ministra a cargo de esa cartera, Elizabeth Gómez Alcorta. Lo liderará la economista feminista y docente, Lucía Cirmi Obón. “Vamos a trabajar articuladamente con otras dependencias del Estado y a nivel federal para que haya más servicios disponibles, que el Estado pueda asegurar cada vez más la educación inicial desde los 3 años y repensar las licencias parentales”, aseguró la funcionaria. Como socialmente se asume que son las mujeres quienes se hacen cargo de las tareas de cuidado y crianza, no tener garantizado a través de terceros (niñeras o jardines) el cuidado de bebés y niños, las excluye del mercado laboral.
De acuerdo a lo que muestran las estadísticas, aún cuando las mujeres (heterosexuales y en pareja) trabajan fuera del hogar destinan más tiempo a las tareas domésticas y de cuidado que sus pares varones. Es por ello que se habla de una doble jornada laboral: dentro y fuera de la casa, lo que lleva a que muchas mujeres abandonen sus inquietudes políticas, educativas o no puedan disfrutar del tiempo libre. Una de las autoras de este informe, la economista Carolina Zanino, explicó a Infobae que “las políticas públicas que derivan de analizar la problemática sobre el uso del tiempo necesariamente tienen que encararse con perspectiva de género. Promoviendo, por ejemplo, una extensa red de políticas de cuidado que permita sobre todo a las mujeres de los sectores más vulnerables de la población (que no pueden pagar a una tercera que realice esas tareas esenciales) acceder al mundo de la formación y del trabajo remunerado”.
Este año el INDEC realizará la primera encuesta sobre el uso del tiempo, ya que el relevamiento que se realizó en 2013 fue un módulo de preguntas que se aplicó en la Encuesta Permanente de Hogares. La expectativa por conocer los resultados de la nueva encuesta es muy grande, ya que desde el año 2013 a la actualidad se han producido muchos cambios. “El movimiento feminista ha logrado visibilizar de manera contundente este tipo de desigualdades y se ha logrado introducir como eje del debate público la desigual carga laboral que sufren las mujeres. Esta visibilidad no se ha traducido en políticas de cuidado que logren alivianar la situación como ser: construcción de jardines maternales, la implementación de centros gratuitos de cuidado, licencias de ma-paternidad extendidas de manera generalizada”, explicó Zanino, quien calificó como una iniciativa “clave” el equipo de cuidados que se ha conformado dentro del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad.
De acuerdo a los últimos datos disponibles, dentro del listado de tareas que implican el trabajo doméstico, la que las mujeres realizan en mayor medida son los quehaceres domésticos (86,7%), seguido de cuidado de personas (31,3%) y, por último, apoyo escolar a niños y niñas (19,3%). “Cuando los índices económicos analizan la tasa de actividad de las personas muchas veces nos encontramos con que las mujeres están `inactivas´. Las mujeres que no forman parte del mercado laboral o que trabajan menos horas están muy presentes en la economía: produciendo en los hogares. Y por eso, nosotras insistimos en que las tareas domésticas no solo son un trabajo no pago sino que es un trabajo imprescindible para que la sociedad y la economía entera funcionen”, explicaron a Infobae desde la organización Economía Feminista. La doctora en Economía Mercedes D’Alessandro, que dirigió esta organización y es una referente en el tema, acaba de ser nombrada Directora Nacional de Economía y Género en el ministerio de Trabajo.
En los años 60, dos de cada diez mujeres trabajaba fuera del hogar. Hoy son seis de cada diez las que participan en actividades del mercado. Esta incorporación al mundo del trabajo remunerado “no tuvo su correlato en una distribución más igualitaria de las tareas de cuidado y esto fue provocando una sobrecarga en las mujeres y una vulneración, tanto de sus derechos a un proyecto de vida en igualdad de condiciones, como de los derechos de todas las personas a ser cuidadas”, explicó la ministra. Durante años los Estados no consideraron el tema de los cuidados como parte de su agenda política, a diferencia de lo que sucedió con temas como salud o educación. “Al no incluir estas cuestiones, las necesidades de cuidado de alguna forma quedaron invisibilizadas y sin respuesta. Fueron los movimientos de mujeres quienes hicieron visible este tema y ejercieron la debida presión para que los Estados empiecen a considerarlo y hacerlo propio”, cerró la funcionaria.
Un trabajo invisible
A pesar del tiempo dedicado al trabajo doméstico, estas actividades no son contabilizadas al momento del cálculo del Producto Bruto Interno (PBI) de un país. Por eso cabe la pregunta: ¿Cuánto aumentaría el PBI si se incluyeran estas actividades? “Valorizar el trabajo doméstico no remunerado es importante, tanto para comprender el funcionamiento del sistema económico como también la generación de bienestar social. De hecho, el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado genera valor, ya que genera ‘costos’ en términos de tiempo y oportunidades para quienes lo proveen”, explicó el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS) en un documento.
En el texto, además, se pregunta cuánto dinero se ahorran las familias por no contratar a una (o más) personas que realicen las tareas domésticas y de cuidado. El valor que el trabajo doméstico conlleva está invisibilizado cuando quien lo realiza es una persona de la familia, pero en cuanto es necesario contratar a un tercero para llevar adelante estas tareas -a quien hay que pagarle- su valor se hace evidente: en promedio una niñera que se dedica ocho horas diarias al cuidado de menores debería cobrar alrededor de 20 mil pesos mensuales. Lo que indica que una mujer tiene que ganar, por lo menos, el doble, para poder poder pagarle a la cuidadora y a la vez obtener ganancia por su trabajo remunerado.
Esta cuenta suele dar saldo negativo: la idea de que si la mujer sale a trabajar y contrata a una niñera lo que hace es “cambiar” la plata es una realidad para muchas mujeres en Argentina. A la vez, ese es el argumento que han utilizado muchos varones para que la mujer se quede en el hogar, aunque ella tenga deseos de trabajar fuera. Los “costos en términos de tiempo y oportunidades” que generan estas tareas para las mujeres que las realizan, se traducen en sueldos más bajos: las mujeres ganan en promedio un 27% menos que los varones. Que a una mujer le consulten en una entrevista de trabajo si tiene hijos (o si planea tenerlos) es muy frecuente; pero esa consulta no se realiza de manera tan habitual a los varones; porque se da por sentado que su pareja, o alguna otra mujer de la familia (como una abuela) se hará cargo del cuidado de los niños.
Otra consecuencia es el llamado techo de cristal: al momento de los ascensos y reconocimientos laborales, las mujeres se topan con un techo invisible que les impide continuar avanzando. Esto se debe a que, en muchos casos, las empresas asocian el ser mujer con el ser madre, lo que implica que al tener hijos su tiempo productivo se verá reducido, porque se deduce que es la mujer la que se encarga de la tarea de cuidado y crianza. Otro aspecto a considerar es que la falta de autonomía económica de las mujeres que realizan trabajo doméstico repercute en otros tipos de violencia: aquellas que sufren abusos y agresiones puertas adentro del hogar, muchas veces tienen miedo o se ven imposibilitadas de realizar una denuncia contra su agresor por no contar con los recursos económicos suficientes para independizarse.
En cierto sentido, el nuevo Código Civil y Comercial se ha hecho eco de los problemas económicos que genera el trabajo doméstico no remunerado para muchas mujeres que se separan o divorcian. Con la figura de “compensación económica”, introducida en el nuevo Código, las mujeres pueden solicitar compensación monetaria si demuestran que su situación económica empeora por la ruptura matrimonial. Si bien esta figura es una herramienta para muchas, no soluciona el problema de fondo. El trabajo doméstico tiene un nivel de invisibilidad tal que cuando en el ámbito público se habla de la satisfacción de necesidades básicas que tiene la población se considera que los hogares sólo requieren de un nivel determinado de ingresos, sin tomar en cuenta que se necesita tiempo “disponible” para la realización del trabajo en el hogar y de los cuidados necesarios.
Incluso cuando la mujer trabaja fuera del hogar se replica la división sexual del trabajo. Aunque desde hace décadas las mujeres han ingresado masivamente al mercado de trabajo, allí también lo hacen bajo ciertos mandatos: las ramas relacionadas al cuidado y la reproducción, como servicio doméstico, salud o educación, son en su mayoría trabajos que realizan ellas. De hecho, una de cada seis ocupadas trabaja en el servicio doméstico, la rama con mayor tasa de informalidad laboral y los salarios más bajos de toda la economía.
Otros modelos posibles
Uruguay cuenta con un Sistema Nacional Integrado de Cuidados (SNIC), que apunta a generar un modelo corresponsable entre familias, Estado, comunidad y mercado. Además promueve la responsabilidad compartida del cuidado entre varones y mujeres, y procura que quienes trabajan en la provisión de cuidados lo hagan en condiciones laborales dignas. A nivel regional también hay políticas incipientes en Chile, Costa Rica y Paraguay. En Argentina se están dando los primeros pasos para regular este asunto, mientras que más de 60 proyectos legislativos para reformar el sistema de licencias por ma-paternidad fueron presentados en el Congreso Nacional, sin que ninguno logre convertirse en ley. En marzo de 2018, el gobierno de Mauricio Macri se comprometió a extender la licencia por paternidad a 15 días (actualmente es de dos días corridos para el varón y 90 días para la mujer en el ámbito privado). Y antes de las elecciones Macri redobló la apuesta y dijo que, en caso de ser electo, la licencia para los padres sería de 20 días.
La ampliación de las jornadas otorgadas a los padres biológicos, adoptivos y a las madres no gestantes por nacimiento o adopción es fundamental para fomentar que la distribución de las tareas sea equitativa desde el comienzo de la construcción familiar. En Finlandia, por ejemplo, la madre dispone de licencia paga durante siete semanas antes del parto. Y luego tiene cuatro meses pagos. No importa que sea estudiante, desempleada o trabajadora independiente. Por otra parte, el padre tiene dos meses con el sueldo completo. En Chile, los hombres tienen 5 días y el número asciende a 22 semanas para las madres; en Colombia, 14 semanas para las mujeres y 8 días para los padres; en Uruguay se extiende a 14 semanas y 10 días respectivamente. La iniciativa de modificar las licencias por ma-paternidad, así como la de realizar un mapeo de las tareas de cuidado para visibilizar este tema, son medidas que van en línea con reconocer que “eso que llaman amor es trabajo no pago”, tal como señaló la antropóloga feminista italiana Silvia Federici. “El ocultamiento del trabajo no pagado de las mujeres tras la pantalla de la inferioridad natural ha permitido ampliar inmensamente 'la parte no pagada del día de trabajo’ y usar el salario (masculino) para acumular trabajo femenino”, asegura Federici en su libro Calibán y la bruja.