Fue uno de los jugadores sudamericanos más famosos del mundo. Jugó en clubes de tres de las cinco grandes ligas de Europa (Italia, España e Inglaterra) y representó a la selección de Uruguay en la Copa Mundial de la FIFA de Corea-Japón 2002. En su época de esplendor, Darío Silva era una amenaza para las defensas. Pero hoy tiene una vida completamente diferente, alejada del fútbol. A más de 10 años de su retiro trabaja de mesero en una pizzería.
Silva, nacido en la localidad de Treinta y Tres (Uruguay) y surgido de Peñarol, llegó a Europa fichado por el Cagliari italiano en 1995 pero sus mejores años los vivió en España. Tras un paso intrascendente por el Espanyol, llegó al Málaga (1999-2003) y fue allí donde mostró su mejor versión. A base de goles se ganó la convocatoria de Víctor Púa para jugar con La Celeste el Mundial 2002, donde jugó los tres partidos de la fase de grupos como titular. Suena extraño que un jugador de su calibre, autor de 114 goles y figura en Europa, ahora sea empleado de un restaurante.
"Me manejaron el dinero e hicieron lo que quisieron. Así te terminan robando todo el dinero que hiciste", comentó ante las cámaras de El Chiringuito de Jugones. Su carrera deportiva se acabó en 2006, cuando era jugador del Portsmouth de la Premier League inglesa y tuvo que regresar a Uruguay por una urgencia de su padre: "Mi padre me dijo en la cara que no sabía si iba a aguantar más de tres meses vivo, y por eso dejé el fútbol".
Mientras cuidaba de su padre, sufrió una grave accidente de tránsito que le costó la amputación de una pierna. Aquel choque también cambió su vida. "Me dolió lo que sucedió, pero menos mal que no pasó más de lo previsto", dijo. Luego de trabajar un tiempo con el hermano de Sergio Ramos -con quien fue compañero en el Sevilla- en su agencia de representación, ahora está completamente alejado del deporte que lo hizo famoso a nivel mundial. Pero ha vuelto a Málaga, una ciudad donde siempre recordarán sus goles y en la que jamás le faltará una oportunidad.