El cerebro es el órgano encargado de la mayor parte de las funciones sensoriales, motoras, cognitivas y emocionales, lo cual lo convierte en una parte elemental en todas las etapas de nuestras vidas.
El cerebro en la infancia
“Desde el comienzo de la infancia, el maltrato, el bajo estímulo contextual y las negligencias en el cuidado, sin dudas impactan en el cerebro a niveles que condicionan las respuestas conductuales y emocionales en los niños”, afirmó Andrea Abadi, directora del departamento Infanto Juvenil de Ineco.
Según indica la profesional, desde una temprana edad, los padres o tutores tienen un rol fundamental para la estimulación cerebral, en donde, según la evidencia actual existente, hablar al niño desde los primeros días de vida, usar el lenguaje gestual como apoyo del verbal y estimularlos en todo momento, potencia los circuitos cerebrales responsables de la cognición y la capacidad emocional del niño.
A su vez, a medida que van creciendo, la falta de capacidad de relacionarse entre los niños, la obesidad y el abandono de actividades físicas recreativas, son parte visible de los efectos dañinos al cerebro, al igual que el uso excesivo de pantallas y tecnología, aunque existe aún escasa evidencia al respecto.
El paso hacía la adolescencia
El periodo de crecimiento y desarrollo que se produce después de la niñez y antes de la edad adulta, entre los 10 y los 19 años, se trata de una de las etapas más importantes en la vida del ser humano; donde ocurren cambios drásticos que afectan la estructura y los circuitos neuronales y dan sustento a los cambios cognitivos, conductuales y emocionales que suceden durante este periodo.
Si bien a partir de los 12 años el cerebro ya suele tener el volumen total de lo que será el resto de su vida, esto no implica que el desarrollo cerebral esté completo. El cerebro continúa formándose durante el resto de nuestra vida, pero de una manera más lenta que en la juventud, logrando su madurez aproximadamente a los 20 años.
“En esta etapa, tanto el desarrollo como fortalecimiento del cerebro se encuentra influenciado por los factores ambientales y del contexto, por lo tanto, ninguno será igual a otro. No es lo mismo un adolescente que realiza actividad física a otro que está todo el día en la computadora, uno que atraviesa períodos importantes de estrés familiar u otro que recurre al consumo de drogas. Todo este contexto influye y mucho”, asegura Teresa Torralva, directora del Departamento de Neuropsicología en Ineco y presidenta de Fundación Ineco.
Por tal motivo, es que se considera que el cerebro adolescente se encuentra en una etapa crucial para el desarrollo humano en general, pero ¿de qué manera podemos potenciarlo? La clave sería brindarles experiencias que potencien tanto las llamadas habilidades ejecutivas (planificación, flexibilidad, organización, control inhibitorio), como las llamadas habilidades blandas (“soft skills”) (empatía, trabajo en equipo, pensamiento crítico, manejo emocional, etc). De esta forma podremos lograr adolescentes preparados para los desafíos que nos depara el futuro.
Volverse adulto
Cuando uno ingresa a la vida adulta, se enfrenta a nuevos retos y preocupaciones que amenazan su bienestar y como consecuencia, pueden aumentarse los niveles de estrés y malestar emocional.
La entrada en el mundo del trabajo supone de por sí el desarrollo de nuevas habilidades y nuevos aprendizajes, pero también los desafíos que la vida laboral impone pueden afectar el bienestar cuando el estrés no está bien gestionado impactando la salud cerebral. El cuidado de la misma, a través de un estilo de vida saludable es fundamental en esta etapa de la vida.
“Para tener una mente sana también tenemos que tener un cuerpo sano. Por eso, además de la importancia y la influencia de una buena alimentación, es importante hacer ejercicio físico y respetar las horas de descanso. Cuando dormimos pocas horas se genera una irritabilidad, falta de concentración y disminución de la creatividad por eso, se recomienda en la vida adulta, cuidar y respetar los tiempos de descanso y durante el día, tomar pequeñas pausas de diez minutos para respirar profundamente y reducir el estrés, meditar o realizar algún ejercicio de relajación”, afirmó María Roca, directora de Ineco Organizaciones
“En un mundo tan globalizado y competitivo, las empresas también tendrán que hacer cambios incorporando la salud mental en su cultura y sus políticas si es que quieren competir por el talento”, agrega Roca, quien además indica que según diversos reportes, casi el 70% de los millennnials y el 81% de la generación Z encuestados, afirman haber dejado algún trabajo por razones de salud mental.
El cerebro en los adultos mayores
En condiciones de un envejecimiento saludable, el cerebro de un adulto mayor puede presentar un ligero achicamiento del volumen cerebral, aislados signos de daño microvascular y una leve disminución de la capacidad cognitiva; pero nada de ello debería afectar el funcionamiento de la vida diaria en forma significativa.
Sin embargo, las personas de “la tercera edad” tienen un mayor riesgo fundamentalmente de presentar cambios patológicos como procesos degenerativos o daño isquémico que pueden generar un deterioro cognitivo con impacto funcional.
Al respecto, Guido Dorman, miembro del departamento de Neurogerontopsiquiatria en INECO, establece que “Si bien en todas las etapas de la vida es fundamental estimular el cerebro para favorecen la salud mental, en adultos mayores, el mayor riesgo de patologías que impactan en el rendimiento cognitivo, como las demencias, y una incidencia elevada de trastornos depresivos, vuelven muy importante el desarrollo de estrategias de estimulación intelectual, social y física que provean de efectos protectores y atenuantes sobre estos trastornos prevalentes”.
Para ello se sugiere, en individuos sin síntomas cognitivos se recomienda enfocarse en la prevención mediante el desarrollo de una mayor cantidad de “reserva cognitiva” a través de actividades intelectuales; favorecer la interacción social a fin de evitar sentimientos de soledad que muchas veces afecta la salud cerebral del adulto mayor; y estimular la realización de actividad física como acción protectora sobre la salud cardio-cerebral.
En el caso de personas con alguna patología cerebral en particular que impacta en el funcionamiento cognitivo, la estimulación debe ir enfocada en generar estrategias de compensación y atenuar el impacto funcional de las fallas. Esto se realiza a través de programas de estimulación cognitiva que incluyen idealmente un abordaje interdisciplinario como rehabilitación cognitiva, terapia ocupacional, fonoaudiología, musicoterapia, entre otros.