En una jornada que empezó con la carga de tensión política que se arrastraba desde las 24 horas previas, Alberto Fernández fue emplazado anoche por Cristina Kirchner para que cambie el Gabinete y reforme el programa económico después de la derrota en las PASO, que desembocó en una ola de renuncias en el Gobierno incentivadas por la propia vicepresidenta.
A pesar de los intentos del Presidente de imprimir cierta normalidad a la gestión, y de sus llamados a conciliar para mantener la unidad, anoche la exmandataria irrumpió en escena con una carta que sacudió al oficialismo y que podría derivar en la ruptura definitiva de la coalición del Frente de Todos. De todas formas, todos los escenarios eran posibles anoche, cuando Olivos y la Casa Rosada quedaron sumidos en un estado de hermetismo total.
El devenir político de ayer se inició con una tónica de forzada normalidad en el Gabinete por orden del presidente Alberto Fernández, que intentó sostener en pie cierto ritmo en la gestión de sus ministros y pidió la suspensión de la marcha que habían convocado las organizaciones sociales a su favor.
Sin embargo, en paralelo mantenía una serie de reuniones frenéticas con gobernadores y funcionarios de su entorno, derivadas de la crisis por la embestida que emprendió el kirchnerismo, el miércoles, a través de la salida del Gobierno del ministro del Interior, el referente camporista Eduardo “Wado” de Pedro.
Hacia el final de la tarde, la dinámica se enconó con la irrupción de Cristina Kirchner en la escena pública a través de una misiva repleta de cuestionamientos, que funcionó como un parteaguas en el conflicto político desatado por el revés del Frente de Todos en las PASO. Antes de conocer el mensaje final de Cristina Kirchner, Alberto Fernández había permanecido durante el día entero en la quinta de Olivos.
Por la mañana había evaluado su posición política y el estado de la economía en el contexto del cimbronazo político junto a su círculo más cercano, integrado por el vocero Juan Pablo Biondi y el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello. También se mantuvo en diálogo permanente con el ministro de Hacienda, Martín Guzmán, y su jefe de Gabinete, Santiago Cafiero.
Se trata de los cuatro funcionarios que se encuentran en la cuerda floja desde el año pasado por los cuestionamientos del kirchnerismo, que recrudeció sus críticas en los últimos días debido al fracaso de la coalición que comandan Alberto Fernández y Cristina Kirchner en las urnas.
Mientras evaluaba el delicado contexto político y económico, el Presidente se preparó desde temprano para las dos reuniones más importantes de la jornada. Tenía previsto recibir a los gobernadores de San Juan, Sergio Uñac, y de Tucumán, Juan Manzur, dos de los jefes provinciales del PJ más cercanos, que el miércoles le habían manifestado su apoyo por vía telefónica.
No fueron los únicos. El miércoles, varios gobernadores que se encontraban en sus provincias analizando los resultados de las primarias del domingo se habían sumaron a la disputa política entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández para tomar partido por la postura de la Casa Rosada, con mensajes de apoyo al Presidente, tanto por vía pública como privada.
Ese día, los voceros presidenciales dejaron conocer la lista de jefes locales que se habían comunicado con el primer mandatario, para fortalecer su figura ante la embestida del ala dura del Gobierno que está disconforme con la gestión nacional.
La centralidad y expectativa sobre los encuentros con Uñac y Manzur se debía a la posibilidad de que alguno de los dos, o ambos -dependía de la decisión final- pudieran reemplazar a Santiago Cafiero en la Jefatura de Gabinete y/o a De Pedro en el Ministerio del Interior, en pos de alcanzar un acuerdo interno en el Frente de Todos.
La duda, en tanto, giraba en torno a la aceptación de las salidas de los funcionarios kirchneristas del Gobierno. Presentadas hace dos días como una señal clara de desaprobación de la gestión nacional de parte del Instituto Patria y La Cámpora, las renuncias masivas dejaron al Presidente en una situación de debilidad.
Frente a la embestida que se ejecutó a través del abandono de los ministros y secretarios cercanos a Cristina Kirchner, el primer mandatario se vio obligado a pensar en la remoción de su propia tropa: además de Guzmán y Cafiero, el titular de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, y de Seguridad, Sabina Frederic.
El primer turno de los encuentros presenciales de ayer en Olivos le tocó al jefe provincial sanjuanino, Sergio Uñac, quien se trasladó a Buenos Aires específicamente para encontrarse con Alberto Fernández. Juntos analizaron los pasos a seguir, en conversación remota con Cafiero.
Según describieron fuentes oficiales, el Presidente le pidió al gobernador una opinión sobre la crisis y le consultó si estaría dispuesto a dejar el Ejecutivo local para ocupar un puesto relevante en el Gobierno. Su interlocutor le contestó que estaba a disposición, pero puso reparos vinculados a su propia gestión, y quedaron en seguir conversando. Del desayuno no salió ninguna conclusión certera.
Antes de recibir al gobernador tucumano, Alberto Fernández emitió una serie de mensajes para plantear su postura por primera vez desde el desencadenamiento de la crisis, más allá de los trascendidos que filtró su entorno a la prensa.
Al mediodía, a través de Twitter, el primer mandatario ratificó el plan post-derrota que había diseñado el domingo la noche de las PASE, pero envió, al mismo tiempo, una señal de recomposición de la unidad con el ala kirchnerista del Frente de Todos para evitar una ruptura de la coalición. En la Casa Rosada tradujeron sus mensajes: “Fue una demostración de autoridad pero sin quiebre”, dijo un funcionario a Infobae.
Mientras tanto, Cristina Kirchner se mantenía en silencio. La última vez que se había conocido su mirada de manera directa había sido una semana atrás, el jueves previo a las elecciones, con su discurso de cierre de campaña en Tecnópolis.
En sus tuits, el primer mandatario retomó, no casualmente, uno de los conceptos que la vicepresidenta le había elogiado en ese acto: aquel donde él mismo había planteado una diferencia entre “dos modelos de país” en contraposición a la gestión de Cambiemos, con Mauricio Macri a la cabeza, entre 2015 y 2019.
La alusión fue un guiño a la presidenta del Senado: las referencias negativas a la oposición siempre sirven para aglutinar a los propios. Pero los tuits de Alberto Fernández, como se conocería más tarde en la carta de la vicepresidenta, no sirvieron para llegar a un consenso.
Sin saber qué diría, ni cuándo, ni cómo se expresaría Cristina Kirchner, después de plantear su mirada el Presidente continuó con su agenda prevista para el resto del incierto jueves, que estuvo marcado por agitados encuentros y conversaciones políticas, al igual que el día previo.
Sin embargo, en el albor de la tarde, un cortocircuito puso en evidencia, una vez más, la permanencia y la gravedad de la crisis. Desde Presidencia dejaron trascender que Alberto Fernández había aceptado la renuncia de Wado de Pedro, pero de inmediato, en la cartera del Interior evitaron confirmar la información y pidieron “paciencia”.
Minutos después, la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra, una de las funcionarias de mayor confianza de Alberto Fernández, convocó a periodistas acreditados en la Casa Rosada para negar el dato de manera oficial. Fue un momento tenso, que duró alrededor de una hora. En el kirchnerismo leyeron la filtración como una operación de prensa para forzar a su espacio a ceder territorio en la disputa.
Después de ese cruce, pasadas las 15 se conoció que Alberto Fernández acababa de recibir a Manzur en la quinta presidencial. Allí, pudo reconstruir este medio, se repitió el cuadro de la reunión con Uñac: el Presidente le pidió al gobernador una perspectiva sobre la crisis, escuchó algún consejo, y lo tanteó para la Casa Rosada. Tampoco hubo definiciones y se despidieron con vistas a volver a conversar.
Una vez conocida la mirada de los jefes provinciales que Alberto Fernández evaluaba como figuras clave para el salvataje de la coalición en el complicado contexto político, el Presidente recibió a Cafiero y a Ibarra, que se trasladaron desde la Casa Rosada, donde se encontraban desde la mañana, a Olivos.
Hacia la misma hora, el jefe del Estado dejó conocer su preocupación al cancelar la visita que tenía programada con antelación a México para asumir la ansiada presidencia pro tempore de la CELAC.
Había mantenido en pie hasta último momento su participación en la ceremonia que lo tendría como protagonista en tierras de su aliado Andrés Manuel López Obrador, para tomar posesión de un cargo que lo posiciona en la región por el cual su administración había negociado durante meses.
En contraste, los ministros de Obras Públicas, Gabriel Katopodis; de Turismo, Matías Lammens; y de Seguridad, Sabina Frederic, que responden a Alberto Fernández, retomaban las actividades oficiales programadas que el miércoles se habían visto obligados a suspender. Según pudo confirmar Infobae, desde la cúpula de la administración nacional les habían pedido a todos los ministros que siguieran con la gestión “con normalidad”.
La advertencia de Cristina Kirchner sacudió la arena política y dio por tierra cualquier intento de mantener una continuidad en la administración. A través de una carta titulada “Como siempre... sinceramente”, la vicepresidenta cuestionó como nunca al presidente Alberto Fernández y a su gobierno, al disparar contra el manejo de la economía, contra el vocero presidencial -a quien acusó de realizar “operaciones de prensa”- y contra el propio primer mandatario.
Al final, le recordó que ella misma lo eligió como cabeza del Frente de Todos en 2019, en una especie de ultimátum para que se plegara a sus planteos de recalibración total del Gobierno y remoción de las figuras más leales al Presidente después de la derrota electoral.
Tras conocer la carta, Olivos se transformó en un lugar inescrutable y hermético. El Presidente, sus voceros y sus hombres y mujeres más cercanos evitaron realizar cualquier declaración sobre la postura de Cristina Kirchner. En la Casa Rosada, los pocos funcionarios que habían quedado también se abstuvieron de realizar comentarios.
Sin embargo, hubo una señal. Anoche, después de la disruptiva carta de Cristina Kirchner, uno de los voceros presidenciales envió la “Agenda de Presidencia y Ministerios del viernes 17 de septiembre”, a pesar de que el día previo había informado que la totalidad de las actividades oficiales del jefe del Estado y de sus ministros para el jueves se había suspendido, por motivos obvios.
En la lista de hoy, la primera actividad tiene al Presidente como protagonista. “El Presidente Alberto Fernández participa de manera virtual del Foro de las Principales Economías sobre Energía y Clima (MEF), una reunión convocada por el mandatario de los Estados Unidos, Joe Biden”, dice el único mensaje oficial que se conoció hasta la medianoche de parte de la Casa Rosada, después de la cargada misiva pública de Cristina Kirchner. Y nada más.